Petro y su descontento con los directores que él mismo puso en el Banco de la República

La junta del Banco de la República mantuvo la tasa en 9.5%, decisión técnica que Petro politizó. La autonomía del banco es clave para la estabilidad económica

Por: Carlos Eduardo Lagos Campos
abril 03, 2025
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Petro y su descontento con los directores que él mismo puso en el Banco de la República

El pasado 31 de marzo de 2025, la junta directiva del Banco de la República decidió, con la objetividad que le exige su mandato, mantener la tasa de interés de política monetaria en 9.5%.

Esta es una medida técnica, pensada en la inflación y el crecimiento, que pasó casi desapercibida hasta que Gustavo Petro, desde el Palacio de Nariño, decidió convertirla en su nuevo campo de batalla. Con ese estilo que oscila entre la indignación y el señalamiento, el presidente dejó caer que detrás de esa tasa hay un tufillo uribista, como si la autonomía del banco fuera una afrenta personal. Pero aquí, entre el ruido y las acusaciones, vale la pena frenar en seco y hablar con cordura: la decisión del BanRep es técnica, no política, y merece respeto, aunque —detalle curioso— varios de sus miembros fueron puestos ahí por el mismo Petro.

El contexto es claro como el agua. Colombia cerró 2024 con una inflación del 5.2%, según el Informe de Política Monetaria de enero de 2025. Ha bajado desde el 9.3% de 2023, sí, pero sigue lejos de la meta del 3% que el BanRep tiene tatuada en su ADN constitucional. Mientras tanto, la economía crece a cuentagotas: 1.8% en 2024, con proyecciones de 2.6% este año y 3.4% en 2026. No es para tirar cohetes, pero tampoco para llorar miseria. Es una recuperación lenta que pide cabeza fría, no discursos encendidos.

¿Por qué el 9.5%? Porque los números mandan

Mantener la tasa en 9.5% no es un antojo de tecnócratas ni un guiño a algún expresidente. Es una decisión que busca domar una inflación que aún no se rinde, sin terminar de asfixiar un crecimiento que apenas levanta cabeza. El aumento del salario mínimo, el vaivén del peso y los coletazos de El Niño —que encarecen comida y luz— son fantasmas que no se espantan con palabras. Si el BanRep aflojara ahora y recortara la tasa, el riesgo de que la inflación pegue un brinco estaría servido en bandeja. Y eso, por más que suene bien en un tuit, no lo arregla ni el mejor orador.

El banco ya ha hecho su parte:

Desde diciembre de 2023, cuando la tasa estaba en un sofocante 13.25%, la bajó hasta este 9.5% en poco más de un año. Parar en marzo de 2025 no es inmovilismo, es prudencia. Es darle tiempo a la economía para que muestre cómo digiere esos recortes, mientras los codirectores miran de reojo la inflación y los riesgos externos. No es un juego de adivinos, es un cálculo basado en datos, no en filias políticas.

El equilibrio que Petro no quiere ver:

Desde el Gobierno dirán que una tasa más baja —un 9%, o menos— pondría a girar la economía como trompo: más crédito, más consumo, más vida. Pero el precio sería caro: una inflación desbocada que le pegaría en el bolsillo a los más pobres, esos que Petro jura defender. El 9.5% es restrictivo, claro, pero no tanto como para matar la recuperación. Busca un equilibrio entre controlar los precios y dejar que el PIB crezca sin que se incendie todo. Y con un déficit fiscal del 5.3% en 2024 y un mundo revuelto —la Reserva Federal, el petróleo, el dólar—, la cautela del BanRep no es un lujo, es una necesidad.

La autonomía no es un enemigo, aunque Petro tenga sus fichas:

Aquí es donde el asunto se pone interesante: Petro armó el escándalo, pero él mismo tiene un pie dentro del BanRep. De los siete miembros de la junta, cuatro están ligados a su Gobierno: Olga Lucía Acosta, Laura Moisá y César Giraldo, nombrados por él, más su ministro de Hacienda, Diego Guevara. Aun así, insiste en tildar a la junta de uribista por no bailar a su son. Es un golpe bajo, una forma de politizar lo que debería ser un debate técnico. Esos codirectores no están ahí para hacerle la guerra, sino para cumplir un mandato que no negocia con el Ejecutivo: estabilidad de precios. La autonomía del BanRep no es un invento de la derecha ni un complot contra el "cambio". Es una barrera contra el caos que traería un banco central manejado desde la Casa de Nariño, subiendo o bajando tasas según el humor del presidente y no según los números.

Cordura, presidente, cordura:

Petro fue quien armó la polémica, no el Banco. El 9.5% es una decisión técnica, correcta desde el ángulo de la estabilidad. La inflación sigue alta, la recuperación va despacio y los riesgos no son un invento. ¿Qué se podría arriesgar más y bajar la tasa para empujar el crecimiento? Quizá, pero el costo de fallar sería un desastre mayor que el beneficio de acertar. El BanRep no está para apuestas, está para proteger la economía de todos, no la narrativa de uno. Y si Petro ya tiene a varios de sus alfiles en la junta, ¿no será que el problema está en su propio espejo?

El presidente haría bien en guardar el megáfono y respetar la independencia del banco. La cordura técnica no es uribismo, es sentido común. Y Colombia, en estos tiempos, lo necesita más que nunca.

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