Colombia vive un proceso de envejecimiento acelerado.
Uno de los prejuicios de cara a las personas mayores es el de “los viejos no son aptos para trabajar”. Se cae de su peso: muchas personas mayores trabajan y la mayoría lo hacen por necesidad.
En Colombia, la vejez ya no es una etapa silenciosa y marginal. Con 8 millones de personas mayores de 60 años —el 15 % de la población— y proyecciones que estiman que en 2050 ese grupo representará una cuarta parte del total, el país está envejeciendo con rapidez y sin que exista la suficiente preparación institucional... ni cultural (por los prejuicios que forman parte del “edadismo”).
Este cambio demográfico plantea múltiples preguntas, pero una de las más urgentes es: ¿Por qué tantas personas mayores siguen trabajando?
Contrario a los imaginarios tradicionales, el trabajo en la vejez no siempre es una excepción ni una tragedia. Para muchos adultos mayores, es una necesidad; para otros, una decisión consciente. En ambos casos, refleja tanto las debilidades del sistema de protección social como la fuerza vital de quienes se niegan a ser invisibilizados.
Una vejez sin pensión: la economía obliga
Colombia mantiene una alta informalidad laboral, lo que implica que buena parte de la población no logra cumplir los requisitos para acceder a una pensión. Uno de cada cuatro hombres se pensiona en Colombia. En el caso de las mujeres es peor: solo una de cada ocho consigue su retiro remunerado. Es la brutal cuenta de cobro de la informalidad.
Aún cuando se acceda al privilegio de la pensión, cada vez un número mayor de pensionados trabaja. “En cuatro años, el número de pensionados que siguen trabajando se duplicó, pasando de 150.000 en 2021 a 339.000 en 2025…”
Para una gran mayoría del resto, la única alternativa es la de seguir trabajando. Situación que se ve agravada por la pobreza monetaria, que afecta a más de un tercio de este grupo etario, así como por la insuficiencia de programas como Colombia Mayor, cuyo alcance y montos aún resultan muy limitados.
La mayoría de personas mayores que trabaja lo hace en condiciones de vulnerabilidad: como vendedores informales, agricultores, cuidadores o dueños de pequeños negocios sin afiliación a seguridad social. La dignidad laboral en la vejez sigue siendo una deuda histórica del país.
El trabajo también como elección: dignidad y sentido de vida
No todo se reduce a la necesidad. Para muchas personas mayores, trabajar es también una forma de seguir sintiéndose útiles, de mantener redes sociales activas, de organizar su tiempo y de no rendirse ante los estereotipos que los ubican como sujetos pasivos y dependientes.
El envejecimiento saludable —como lo define la OPS— consiste “en un proceso continuo de optimización de oportunidades para mantener y mejorar la salud física y mental, la independencia y la calidad de vida a lo largo de la vida”. En ese sentido, seguir trabajando fortalece la autoestima, mejora la salud mental y ofrece rutinas que previenen el aislamiento, la tristeza o el deterioro emocional. Trabajar en la vejez puede ser una fuente de plenitud.
Una contribución que aún no es reconocida
A pesar de los prejuicios, las personas mayores hacen aportes valiosos al mundo laboral. Su experiencia, su juicio maduro, su estabilidad emocional y su compromiso son activos clave en cualquier organización o actividad económica. Numerosos estudios han mostrado que este grupo presenta tasas más bajas de rotación, mayor lealtad y una productividad sostenida en tareas cognitivas, relacionales o especializadas.
Sin embargo, persiste una cultura del descarte. Muchas empresas aún asumen que contratar a alguien mayor implica riesgos o desventajas, cuando en realidad puede representar una gran oportunidad. La discriminación por edad —conocida como edadismo— sigue siendo una barrera estructural para la empleabilidad de los mayores en Colombia.
El precio del silencio: cuando no trabajar es el problema
Si bien se habla mucho de la sobrecarga laboral de los mayores, se habla poco del otro extremo: la inactividad forzada. Excluir a una persona mayor del mundo del trabajo no solo implica una pérdida de ingresos, sino también de sentido. Muchos experimentan soledad, depresión o pérdida de habilidades al verse sin un espacio en el que puedan compartir sus conocimientos o interactuar con otros. Envejecer no debería significar desaparecer.
Hacia una política del trabajo digno a toda edad
Es urgente que Colombia revise su modelo económico y laboral desde una perspectiva intergeneracional. Las personas mayores no deben ser vistas como un “problema de salud” ni como “población vulnerable” sin más. Son ciudadanos con derechos, capacidades y deseos de seguir aportando.
Esto implica invertir en formación continua adaptada, eliminar barreras de contratación por edad, adaptar entornos laborales y fomentar el emprendimiento senior. También requiere una reforma pensional que reconozca trayectorias laborales informales y permita transiciones justas hacia la vejez.
¡Ah! Las personas mayores son una poderosa fuente de poder electoral. Ni más ni menos que 8 millones de potenciales votantes…
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