El desencanto del presente
Gloria Inés Ramírez e Iván Cepeda Castro, aunque candidatos del Pacto Histórico, representan algo distinto al petrismo: un cambio dentro del movimiento progresista, una nueva etapa. Admitámoslo: estos tres años han sido decepcionantes, por múltiples causas. El actual gobierno recibió una pesada herencia: la asfixia fiscal del gobierno anterior, la falta de mayorías en el Congreso y el acérrimo saboteo de la oposición a las reformas.
Pero el gobierno también ha cometido errores propios: la inclusión dañina de la oposición en el gabinete, la cooptación del Estado por sectores oportunistas y reaccionarios de la izquierda, el nombramiento de personajes mediáticos sin capacidad, y el desconocimiento deliberado de académicos y profesionales altamente capacitados que habían creído en el proyecto. Adicionalmente, la falta de humildad y las inconsistencias de personalidades llamadas a ser referentes discursivos, ejecutivos, éticos y morales ahondaron la desesperanza. En muchos aspectos, este gobierno ha representado una frustración con los ideales del progresismo.
Evitar el retorno del péndulo
Estos errores no pueden llevarnos a abandonar la transformación emprendida, gracias al triunfo de Gustavo Petro. Se equivocan quienes creen que los errores del gobierno Petro nos conducirán como un péndulo a los brazos del proyecto plutocrático, mafioso y cacocrático de antaño. Sin embargo, hay que decirlo, este retorno del péndulo configuraría una posibilidad real, si las distorsiones del actual gobierno llegasen a afirmarse con la continuidad de un proyecto personalista y de personalidades, que se traduciría en el desarrollo de una casta corrupta. La transformación no se debe a una casta iluminada y excluyente, sino a la decisión irrevocable del pueblo colombiano —el verdadero sujeto histórico del cambio—.
La ética como punto de partida
Esa simiente pérfida debe ser removida. Debemos ser abiertamente radicales con las semillas de la corrupción, el nepotismo, el clasismo y el oportunismo. El progresismo colombiano no puede repetir el error de marginar a quienes han dedicado décadas a formarse con rigor, dentro y fuera del país, para asumir responsabilidades públicas. Académicos, profesionales con doctorado, investigadores con experiencia internacional, técnicos con probada capacidad en sectores estratégicos: todos ellos representan un capital humano invaluable, que ha sido sistemáticamente ignorado en estos tres años.
En su lugar, el gobierno optó por designaciones improvisadas que le han resultado muy costosas, personajes mediáticos sin preparación, y figuras acomodadas por lealtades políticas antes que por méritos. No se trata de menospreciar la diversidad, sino de reconocer que el Estado exige capacidad, conocimiento y seriedad. Un ministerio de educación, de ciencia o de relaciones exteriores no pueden ser botines políticos ni escenarios para la ocurrencia; deben ser espacios de excelencia, donde la experiencia académica y profesional se ponga al servicio del país.
Dos trayectorias limpias
En este contexto, es menester reconocer en candidaturas como las de Gloria Inés Ramírez e Iván Cepeda Castro el potencial para retomar la senda de una transformación depurada, ética, basada en la capacidad, en la impecabilidad y en la implacabilidad con la corrupción en cualquiera de sus formas. Es necesario pregonar que la esperanza suscitada por estas dos candidaturas tiene mucho que ver con el potencial intuido para erradicar los gérmenes de la corrupción y los vicios de la política tradicionales en Colombia, evidenciados en la presencia de sectores oportunistas al interior de este gobierno.
Esta esperanza se funda en el hecho de que Gloria Inés Ramírez e Iván Cepeda Castro comparten un origen ético y radical limpio que los distingue en el panorama político colombiano. No son advenedizos del poder ni oportunistas de coyuntura: sus trayectorias están marcadas por la coherencia, la lucha social y la defensa inquebrantable de los derechos humanos. Gloria Inés, desde el magisterio y el sindicalismo, ha sido voz firme por la dignidad laboral, el reconocimiento de las mujeres y la construcción de consensos en escenarios adversos. Iván Cepeda, heredero de una tradición democrática sacrificada por la violencia, ha encarnado con serenidad y firmeza la defensa de la memoria histórica, de las víctimas del conflicto y de la justicia como principio irrenunciable de la vida pública.
Un nuevo comienzo
Ambos se sitúan más allá del personalismo y de la improvisación: representan un progresismo que se nutre de la ética, de la radicalidad democrática y de la consistencia moral. No buscan protagonismos vacíos, sino la construcción de un proyecto colectivo que recupere la confianza en la política como servicio. Su mayor fortaleza no está en el cálculo mediático ni en el marketing electoral, sino en una vida entera de consecuencia. Por eso, su irrupción no significa un simple relevo dentro del Pacto Histórico, sino la apertura de un nuevo comienzo: un progresismo depurado de sus desviaciones, capaz de unir firmeza con transparencia, radicalidad con responsabilidad.
Gloria Inés Ramírez e Iván Cepeda representan, en este sentido, una oportunidad de reconciliar la política con la profesionalidad, de tender puentes entre los ideales de transformación y la solvencia técnica que garantice resultados. No basta la voluntad: se requiere capacidad. Y no basta el carisma: se necesita responsabilidad. En un nuevo comienzo progresista, la ética política debe caminar junto a la excelencia profesional. Esa es la esperanza que Ramírez y Cepeda pueden despertar en las generaciones de colombianos que, desde la academia, la ciencia, la cultura, la gestión pública y el trabajo social, anhelan contribuir a una transformación seria, duradera y profunda.
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