Respuestas que cabe dividir en dos grupos: las dadas por los optimistas y las dadas por los pesimistas. Entre las respuestas optimistas sobresale las dadas por Alfredo Jalife, reconocido analista geopolítico mexicano, quien afirma que dicha reunión no solo se celebrará, sino que será “histórica” porque confirmará la intención de Trump de poner fin a la guerra en Ucrania y de iniciar “una etapa de colaboración entre ambas potencias”. Jalife lleva meses anunciando el pronto advenimiento de “un orden mundial tripolar” regido por China, Estados Unidos y Rusia. Por lo que considera la prevista reunión de los dos mandatarios en Alaska, el preámbulo de la que sería la cumbre que confirmará definitivamente su hipótesis: la de Putin, Trump y Xi Jinping el 3 de septiembre en Beijing, con ocasión de la celebración oficial del 80 aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial en el teatro bélico del Pacifico. Dicha cumbre, añade Jalife en el colmo del optimismo, no sería la cumbre de Yalta que reunió en 1943 a Churchill y Roosevelt con Stalin con el fin de definir el orden político mundial de aquella posguerra, sino el Congreso de Viena de 1815 en el que se definió el orden político mundial liderado por Gran Bretaña, al que puso fin la Primera Guerra Mundial y la Revolución rusa. Jalife pasa por alto el hecho elemental de que Trump todavía no ha sido invitado a la celebración en Beijing y que si la aceptara convalidaría una importante revisión de la historia de la Segunda Guerra Mundial, que atribuye un papel absolutamente protagónico en la misma a Estados Unidos, relega a un segundo plano el aporte, ese sí crucial de la Unión Soviética, y omite completamente el importante aporte de China y en especial del Ejército Popular de Liberación, encabezado por Mao.
Entre las interpretaciones pesimistas de lo que será la cumbre de Alaska sobresale la ofrecida por Brian Berletic, exmarine y analista geopolítico, en el podcast de Glenn Diesen. Para él resulta “incomprensible” que Putin haya aceptado la invitación de Trump a reunirse con él en suelo estadounidense, en una coyuntura en la que - gracias a los dólares, las armas y a los imprescindibles servicios de inteligencia norteamericanos en el terreno - las tropas ucranianas están matando soldados rusos en el frente de batalla y a civiles mediante atentados terroristas en el interior de Rusia, Moscú incluido. Afirmó además que la reunión podría ser “una trampa mortal” para Putin, recordando la que hace poco le puso Washington a Irán. Con cuyo gobierno inició negociaciones sobre su programa nuclear, al mismo tiempo que preparaba en secreto con Israel un ataque relámpago destinado a decapitarlo. Casi lo logra, como bien se sabe. Y recordó también la trampa tendida al general iraní Qasem Soleiman, estratega del frente de resistencia a Israel, que fue atraído con engaños a Bagdad, en cuyo aeropuerto fue asesinado por un dron estadounidense. Trump presumió hace pocos días de haber ordenado dicho crimen durante su primer mandato. Matar dirigentes políticos con el propósito de decapitar gobiernos adversos ha estado siempre en la agenda de la CIA, subrayó el ex marine. La alternativa a Alaska habría sido una reunión en los Emiratos árabes unidos, sugerida por Putin al término de su reciente reunión en Moscú con el presidente de dichos emiratos: Mohamed bin Zayed Al Nahayan.
Él también se mostró escéptico con respecto a la posibilidad de que en Alaska se consiga algún avance significativo en la salida negociada del conflicto en Ucrania, que es el objetivo declarado de la cumbre que allí va a celebrarse. Para él la política exterior de Estados Unidos está centrada “en destruir o subordinar a los poderes que sean pares o casi pares suyos”. Como lo son evidentemente Rusia y China”. Y tal como ha sido consignado en los documentos de seguridad nacional adoptados con posterioridad a la disolución de la Unión Soviética hasta la fecha. Todos ellos inspirados- agrego por mi parte – en El gran tablero mundial. La supremacía estadounidense y sus imperativos estratégicos de Zbigniew Brzezinski, el muy influyente asesor de seguridad nacional del presidente Jimmy Carter. Dichos documentos - continuó Berletic- fijaron establecieron el “único objetivo estratégico” perseguido por todos los gobiernos estadounidenses desde entonces, incluido el presidio por Donald Trump: “asegurar la primacía mundial de Estados Unidos por todos los medios posibles”.
En este punto estoy de acuerdo con el analista geopolítico estadounidense: es poco o nada lo que se pueda lograr en la cumbre de Alaska, porque Rusia ha ratificado que mantiene los objetivos iniciales de la “Operación militar especial de Ucrania”: la neutralidad del país - que supone la no adhesión a la OTAN- la desnazificación y el reconocimiento de la incorporación a la Federación rusa de las cuatro provincias rusoparlantes del oriente de Ucrania”. Objetivos rechazados de nuevo por Volodimir Zelenski, el sedicente presidente ucraniano, quien, en respuesta al anuncio de la cumbre de Alaska, reiteró en su cuenta de Telegram que “no entregare territorios a los ocupantes” y añadió que “las decisiones que se tomen sin Ucrania nacen muertas (…) Son decisiones fallidas. Son decisiones inviables. Y todos necesitamos una paz genuina”. Remató advirtiendo que “No vamos a recompensar a Rusia por lo que ha perpetrado”.
Su posición fue respaldada por una declaración de la coalición ad hoc de “los países dispuestos” – Alemania, Francia, Gran Bretaña, Italia, Polonia y Finlandia + Úrsula von der leyen – que demanda la participación de Zelenzki en las negociaciones entre Estados Unidos y Rusia sobre la guerra de Ucrania y exige un “alto el fuego incondicional” antes del inicio de tales negociaciones. Esto último, el plan de paz de Donald Trump. Quien, además, estaría dispuesto a invitar a Zelenski a participar en la cumbre de Alaska, según informaciones filtradas por la Casa Blanca, que aún no han sido confirmadas oficialmente. Putin, como se sabe, no está dispuesto a reunirse con el Zelenski hasta que no se revoque el decreto que actualmente prohíbe a cualquier autoridad ucraniana adelantar negociaciones con la Federación rusa.
Los pronósticos optimistas sobre la Cumbre de Alaska se apoyan en el hecho de que la reunión en Moscú la semana pasada del presidente Vladimir Putin con Steve Witcoff, el enviado especial de Trump, tuvo una duración inusual de 3 horas. Y en el hecho de que, tras la conclusión de la misma, Yuri Usakov, asesor de Putin, declaró que “los estadounidenses han hecho una propuesta interesante” que Rusia está dispuesta a discutir. Y la Casa Blanca hizo saber que Trump estaría dispuesto a contemplar la posibilidad de “intercambiar territorios” en el curso de las negociaciones de paz.
Pero sobre estos hechos, ninguno de los cuales compromete realmente a Washington, se superponen el muy contundente compromiso, contraído por los 27 países de la Unión Europea de incrementar en los próximos cuatro años el gasto militar hasta alcanzar el 5% del PIB de cada uno de dichos países. Compromiso que incluye el destinar 800.000 millones de euros a la compra de armamento, la mayor parte de los mismos destinados a compras a la industria militar estadounidense.
Confiando en el cumplimiento por los europeos de dichos compromisos, los senadores republicanos Roger Wicker y Jim Risch – presidentes respectivamente del Comité de las fuerzas armadas y del Comité de relaciones exteriores del senado- han presentado un proyecto de ley por el cual se crea un fondo en la secretaría del Tesoro, para recibir el dinero enviado por los aliados europeos. Que tendría dos destinos. El primero, el pago de las armas de los arsenales estadounidenses que se enviarán a Ucrania y de las armas que repondrán las dadas de baja en dichos arsenales. En este punto cabe recordar que voceros del Pentágono han advertido que los envíos masivos de armas a Ucrania de los últimos tres años, sumados a los enviados con carácter de urgencia a Israel a raíz de su reciente guerra contra Irán, han vaciado hasta límites peligrosos los arsenales norteamericanos. El segundo uso de los dineros del mencionado fondo son los pagos de las nuevas armas que se enviarán a Ucrania para garantizar igualmente la continuidad de su esfuerzo bélico.
En el contexto definido por estas decisiones estratégicas Trump no puede permitirse el lujo de pactar con Putin un plan de paz que, por tomar en cuenta seriamente “las preocupaciones de seguridad de Rusia”, sea aceptado por el líder ruso. Eso supondría un torpedo bajo la línea de flotación de la estrategia de continuar indefinidamente la guerra en Ucrania, adoptada por Alemania, Francia, Italia y Gran Bretaña. Y lo que es para Trump más importante, iría en contra de los intereses del complejo industrial militar estadounidense, igualmente interesado en que dicha guerra se mantenga.
Trump en la cumbre de Alaska hará teatro. Insistirá en la exigencia de un alto el fuego incondicional e inmediato, que Putin no tendrá más remedio que rechazar
Es por estas razones por lo que pronosticó que Trump en la cumbre de Alaska hará teatro. Insistirá en la exigencia de un alto el fuego incondicional e inmediato, que Putin no tendrá más remedio que rechazar. Dando así pie al consumado actor que es Trump para declarar que él ha hecho todo lo posible para poner fin al conflicto ucraniano, pero que si no ha podido lograrlo es por la intransigencia del líder ruso. O de Zelenski o de ambos. Se quitaría así, toda responsabilidad y por ende de Estados Unidos, en la que él todavía llama “la guerra de Biden”, dejando la responsabilidad de su continuación en las manos de Alemania, Francia y Gran Bretaña y del resto de los países de la coalición de los dispuestos.
Queda sin embargo una última posibilidad de que en la cumbre de Alaska se llegue un acuerdo que satisfaga tanto a Trump y Putin como a los partidarios de continuar la guerra en Ucrania. La ha planteado otro analista geopolítico importante, el coronel del Ejército estadounidense Lawrence Wilkerson. Y sería la apertura de negociaciones para revivir el INF, el tratado de limitación del uso de misiles de mediano y corto alcance, firmado entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, y que fue roto por Trump, en 2019, durante su primer mandato. La Federación rusa se abstuvo de romperlo y mantuvo una moratoria sobre el uso de dichos misiles hasta la semana pasada, cuando el gobierno de Putin anunció que ya no se sometería más a sus términos. Y se comprende. A ese rango de misiles pueden incorporar rápidamente los misiles hipersónicos que se han comenzado a fabricar en serie y que no pueden ser interceptados por ninguno de los sistemas antimisiles occidentales, incluidas las afamadas baterías Patriot. Tal y como lo demostró el devastador ataque de misiles que Irán lanzó en respuesta al sorpresivo ataque de represalia israelí, en la llamada por Trump, “Guerra de los doce días”. Si se revive el tratado todos ganan, Occidente, que se libraría de la pesadilla de los misiles hipersónicos rusos y los rusos que podrían paralizar los planes en marcha de la OTAN de desplegar misiles de mediano y de corto alcance en el teatro de guerra europeo.
Esta seria la “propuesta interesante”, mencionada por Usakov
Del mismo autor: Ucrania: fracasa el plan de "paz" de Trump
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