¿Qué nos hace pensar que lo 'izquierdo' es perverso y lo 'derecho' es lo correcto?

Del latín al capitalismo, lo "diestro" se idealiza y lo "siniestro" se teme. Pensar desde ambos lados puede abrir caminos más justos y diversos

Por: Miguel Angel Fernandez Niño
abril 11, 2025
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¿Qué nos hace pensar que lo 'izquierdo' es perverso y lo 'derecho' es lo correcto?
Foto: IA

El lenguaje no solo describe el mundo, también lo ordena. Desde tiempos antiguos, las palabras han servido para trazar fronteras entre lo aceptado y lo rechazado. En latín, directus significó lo recto y correcto, mientras que sinister (izquierdo) evocaba lo torcido y peligroso. Estas connotaciones no fueron neutrales: influyeron en la cultura, la religión y la política, marcando un sesgo que aún persiste. En la Edad Media, ser zurdo podía ser motivo de sospecha; la Iglesia veía con malos ojos a quienes usaban la mano izquierda, considerándolos desviados del camino divino.

Con el tiempo, esta distinción simbólica se trasladó al ámbito político. En la Revolución Francesa, los monárquicos se sentaban a la derecha del rey, mientras que los revolucionarios ocupaban la izquierda. Desde entonces, la derecha quedó asociada con el orden, la tradición y la estabilidad, mientras que la izquierda representó el cambio, la disrupción y, para algunos, el caos. Esta dicotomía se reforzó en el siglo XX: durante la Guerra Fría, lo izquierdista fue etiquetado como peligroso, una amenaza al equilibrio del mercado y las democracias occidentales.

El capitalismo moderno ha heredado este marco conceptual. Lo “diestro” es lo eficiente, lo racional, lo seguro: desde el adiestramiento en habilidades técnicas hasta la gestión empresarial basada en reglas estrictas. Lo “siniestro”, en cambio, sigue despertando recelo. Movimientos que desafían la lógica del mercado—como las economías solidarias, el decrecimiento o los modelos cooperativos—son vistos con escepticismo, tachados de utópicos o inviables. Incluso en el lenguaje cotidiano, seguimos perpetuando estos prejuicios: alguien hábil es diestro, pero un acto dudoso es siniestro.

Pero la realidad es más compleja que una simple oposición entre el orden y la disrupción. No todo lo diestro es justo, ni todo lo siniestro es peligroso. En la ciencia, el arte y la política, muchas de las transformaciones más importantes han surgido de quienes se atrevieron a desafiar la norma. ¿No es, acaso, la innovación un acto de ruptura? ¿No han sido los avances más grandes de la humanidad impulsados por quienes se atrevieron a mirar más allá de lo establecido?

Es momento de cuestionar esta lógica de bandos. Aferrarnos a la idea de que solo un lado tiene la razón limita nuestra capacidad de comprender el mundo en su diversidad. Entre el orden y la disrupción hay matices, alternativas y equilibrios posibles. No se trata de elegir una mano sobre la otra, sino de ser ambidiestros en el pensamiento: capaces de ver más allá de lo impuesto, de combinar enfoques, de explorar lo que nos resulta incómodo o desconocido.

¿Y si en lugar de elegir un solo lado, aprendiéramos a pensar el mundo desde sus diversas coordenadas?

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