Martina fue vendida por 1.200 millones de pesos. Ese precio indica que Martina no es una vaca cualquiera. Es una vaca de otro planeta. El negocio fue entre dos pesos pesados del mundo ganadero en Colombia: la Hacienda El Cucharo, dueña hasta hace poco de Martina, y la Organización La Paz, la entidad hoy presume ser la nueva propietaria de la bella Martina, una verdadera campeona genética. Una verdadera inversión.
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La puja por Martina empezó en 500 millones de pesos. Sus padres, según lo explicaron los dueños, son los animales importantes en la historia de esta raza en el país, que han ganado medallas de oro en los varios certámenes de ganadería.
Martina es una brahman rojo. Tiene más de 5 años. Hasta el momento de su venta a la Organización La Paz pesaba 875 kilos. Siempre llevará un número marcado en el costado:161-95, como si fuera parte de un ejército de élite.
El historial de Martina está cuidadosamente registrado, como el de un deportista olímpico: su primer parto destetado fue a los 207 días con un ternero de 320 kilogramos, hasta el momento de la venta tenía cinco crías vendidas, cada una de ellas por $265 millones. También tenía ocho aspiraciones foliculares por $240 millones y 18 preñeces por $325 millones. Para aquella época ya había generado, con tan solo tres años de vida ya había generado $765 millones, al día de hoy ese valor ya pudo haberse duplicado.
El Cucharo, que era la dueña de Martina, es una hacienda ubicada en Girardot Cundinamarca y es actualmente y desde hace muchos años, de las más importantes y más antiguas de la zona en criar y comercializar ganado. Le pertenece a la familia Montoya que inició en este negocio hace unos 25 años, cuando compraron la hacienda que se remonta a los primeros criaderos de ganado cebú en el país. En la actualidad se especializan en criar Brahman blanco y rojo. Son los dueños de más de 50 donadoras elites respaldadas con los más importantes pedigrí nacionales y americanos.
Del otro lado, la Organización La Paz, es una estructura empresarial de alto perfil, en los Llanos Orientales, que desde hace años invierte en ganado con frialdad matemática y ambición reproductiva.
Un año atrás, una hija de Martina, la 234-11, fue vendida en $80 millones con apenas 11 meses. La última aspiración folicular, adquirida por la Hacienda del Río, produjo 11 nuevas preñeces. En un país donde criar hijos cuesta y reproducir ideas no paga, hay algo fascinante —y casi ofensivo— en ver cómo una vaca se multiplica y rinde mejor que cualquier plan de ahorro. Martina ya no rumia en los potreros de El Cucharo. Ahora vive en el Meta y sigue valiendo más que un lujoso apartamento.
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