Opinión

Quieren convertir la Sucursal del Cielo en un infierno

Petro tiene responsabilidad histórica sobre un monstruo que tiene en jaque al país. Capaz de poner dos camiones bombas a las 3 de la tarde en populosa zona de Cali

Por:
agosto 25, 2025
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Yo aterricé en Cali en el año de gracia de 1986. O sea que el año entrante completó 40 años viviendo en esta ciudad. De hecho, dos partes de mi existencia las he vivido aquí.

Si a eso le agregamos que mi madre era caleña, que parte de su familia llegó a esta tierra con Sebastián de Belalcázar y que tengo dos hijos y dos nietos nacidos aquí, es fácil entender porque la amo entrañablemente.

Por ello, me duele profundamente el vil ataque que los terroristas perpetraron en la ciudad el jueves pasado. Mataron a seis personas y dejaron heridas a más de 70. Pero además mataron la ilusión y el trabajo de decenas de propietarios de pequeños negocios que el poder maligno de los explosivos dejó reducido a escombros.

Desde hace 20 años, cuando las Farc atacaron el comando de Policía y luego el Palacio de Justicia, la ciudad no padecía un atentado de esa dimensión.

Los primeros responsables de este sangriento ataque son, por supuesto, los bandidos de las disidencias de las Farc. Tiene que ser uno muy desalmado para perpetrar un ataque de esa magnitud a esa hora y en un sitio tan densamente poblado.

Los ataques contra el Comando de Policía y contra el Palacio de Justicia con todo lo terribles que fueron, al menos fueron realizados en la madrugada cuando había poca gente en alrededores de esas edificaciones.

Para estos bandidos de las disidencias no hay Dios ni ley. Es tal su perfidia que añoramos a las Farc, que a pesar de la violencia con la que actuaban tenían un mínimo pudor que les impedía poner una bomba a la hora de mayor tránsito de gente y en uno de los sectores más populosos de la ciudad.

Se equivocan los que manifiestan que hemos retornado a la violencia que padecimos en los años 90. El escenario actual es mucho peor. Hace 30 años enfrentábamos el enorme desafío de las Farc. Eran tan sanguinarios como sus herederos actuales, pero al menos era una organización altamente jerarquizada con un mando centralizado. Y les quedaba alguna motivación política.

Ciertamente ejercían la autoridad en muchos lugares de Colombia, pero eran una autoridad única, la población sabía a quién debía obedecer.

Lo que resultó del proceso de paz que impulsó Juan Manuel Santos es mucho peor que lo que había antes. Ahora tenemos a las disidencias de Mordisco, a las de Calarcá, a la Segunda Marquetalia, al Clan del Golfo y al ELN. Y a un montón de pequeñas bandas criminales con ansias de crecer a sangre y fuego. De contera, en la actualidad hay armas más hombres que los que tenían las Farc: alrededor de 20.000.

En los años siguientes a la firma de la paz esos grupos fueron ocupando el espacio que dejaron las Farc. Espacio que el Estado no pudo o no supo copar.

Pero fue en el gobierno de Gustavo Petro cuando estos grupos crecieron y se fortalecieron exponencialmente. Al poner en marcha su Paz Total, Petro actuó con una ingenuidad pasmosa y con total desconocimiento de lo que ocurrió en el Caguán, y en otros procesos,  e ignorando que siempre que al Estado se le fue la mano en generosidad con los bandidos le fue mal.

Esos delincuentes interpretan la generosidad como debilidad y cuando les tienden la mano se toman el brazo y el resto del cuerpo. El freno de las operaciones militares ordenada por Petro fue aprovechado por los bandidos para expandir sus cultivos de coca, para rearmarse y para acelerar el reclutamiento de jóvenes.

Estaba tan despistado Petro que en campaña se comprometió a que en tres meses acababa con el ELN, pero lo que acabó fue la tranquilidad de los colombianos.

Resultado: Hoy tenemos media docena de minis (no tan minis) Farc, ricas, despiadadas y envalentonadas. Y una Fuerzas Militares desmoralizadas y empobrecidas por un gobierno que a la par que le dio vuelo a los violentos le recortó los recursos la autoridad.

Sospechosamente una de las áreas castrenses más golpeadas por el recorte de presupuesto ordenado por Petro fue la inteligencia militar. Esa inteligencia que tiene la responsabilidad de anticiparse a ataques como el del jueves

Es increíble que los bandidos puedan poner dos camiones bomba al frente de la Escuela Militar de Aviación, sin que nadie haya advertido nada. Pero es que sin recursos no hay inteligencia que valga.

Para tener una inteligencia eficiente, se requiere disponer de una extensa red de informantes que den cuenta de cualquier movimiento sospechoso en la ciudad. Pero sostener una red de ese tipo vale y una inteligencia empobrecida no puede asumir ese gasto.

A Petro le cabe la responsabilidad histórica de haber creado un monstruo que tiene en jaque al país. Ese monstruo que no tiene el menor reparo de poner dos camiones bombas, a las tres de la tarde, en una de las zonas más populosas de Cali. 

Lo que nos queda a los caleños es rogar al Creador y exigirle al Estado colombiano que reaccione para que en los once meses que le quedan a este gobierno, este monstruo no logre su propósito de convertir en un infierno nuestra ciudad.

Y a los colombianos, nos queda implorar para que el monstruo haga el menor daño posible de aquí a agosto próximo.

Pero lo más importante es que en mayo próximo tengamos la sensatez de elegir un presidente que entienda la magnitud del peligro que enfrenta el país y que tenga los pantalones para enfrentarlo desde el 8 de agosto del 2026, con toda la decisión, con todos los recursos y con toda la ayuda que podamos conseguir.

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