Son 220 los periodistas que han sido asesinados contándole al mundo los horrores que pasan en Gaza

Según Reporteros sin fronteras desde el inicio de la guerra han muerto 220 reporteros y fotógrafos, la mayoría de ellos por ataques israelitas

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septiembre 02, 2025
Son 220 los periodistas que han sido asesinados contándole al mundo los horrores que pasan en Gaza

El 25 de agosto, el Hospital de Nasser en Gaza volvió a convertirse en un cementerio improvisado. El ejército israelí bombardeó el complejo médico y en cuestión de minutos el edificio se llenó de cuerpos inertes, entre ellos los de cinco periodistas que habían hecho de la palabra y la imagen su única arma. Veinte personas murieron esa tarde. Pero lo que estremeció a muchos fue que, entre los escombros, quedaron también las cámaras rotas y las libretas manchadas de tinta y polvo.

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Una de esas vidas truncadas fue la de Mariam Abu Daqqa. Con apenas treinta y tantos años, había logrado con su cámara retratar la cotidianidad de Gaza con la que le mostró al mundo desde niños jugando entre ruinas como la crudeza de un bombardeo. Mariam colaboraba desde 2023 con la agencia AP y, además de ser fotógrafa, era madre. Tenía un hijo de 13 años.

Mariam no fue la única. Apenas diez días antes, un proyectil había alcanzado a Anas al-Sharif, un joven periodista de Al Jazeera que a los 28 años ya era reconocido por su capacidad para narrar la tragedia sin adornos ni distorsiones. Padre de dos niños pequeños, insistía en permanecer en el lugar más peligroso del mundo para un reportero porque, decía a sus colegas, alguien tenía que contar lo que pasaba. Esa determinación le costó la vida.

Las muertes de Mariam y de Anas son apenas dos de una lista interminable que se ha ido engrosando con un ritmo macabro. Más de 220 periodistas palestinos han sido asesinados desde que comenzó la ofensiva israelí sobre Gaza tras el ataque de Hamás el 7 de octubre de 2023. La cifra la entregó Reporteros sin fronteras. No se trata de víctimas anónimas: detrás de cada nombre hay familias, historias interrumpidas, cuadernos con apuntes inconclusos. Muchos han muerto con la credencial de prensa aún colgada al cuello, como si ese cartón laminado que en otras guerras servía de escudo, en Gaza se hubiera vuelto un blanco.

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Las cifras son desbordantes. Hasta el 20 de agosto de 2025, el Ministerio de Sanidad palestino ha contabilizado 62.122 muertos y más de 156.000 heridos. La Franja se ha convertido en una franja de luto perpetuo. Y en medio de esas estadísticas, los periodistas son una categoría particularmente golpeada: al menos 56 de ellos han sido objetivo deliberado, según organizaciones internacionales.

La comunidad internacional ha comenzado a reaccionar. Reporteros Sin Fronteras y Avaaz impulsaron una campaña global para exigir protección a los reporteros palestinos, evacuación para quienes lo soliciten y acceso a la prensa extranjera al enclave. Decenas de medios alrededor del mundo se han sumado, conscientes de que si en Gaza mueren los periodistas, lo que muere también es la posibilidad de contar lo que ocurre.

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Cubrir el conflicto Israel - Palestina ha sido una labor muy difícil para los periodistas del mundo.

Pero la realidad sobre el terreno no cambia. Los ataques se repiten semana tras semana, como si hubiera una norma siniestra que dictara que la cobertura de la guerra debe pagarse con la vida. El 10 de agosto, por ejemplo, otra ofensiva nocturna israelí perfectamente planeada acabó con seis reporteros de la cadena Al Jazeera. Lo mismo ha sucedido en hospitales, edificios residenciales, campamentos de refugiados: en Gaza parece que no hay lugar seguro para quienes cargan una cámara, una grabadora o una libreta de apuntes.

En Gaza muchos periodistas sienten que las balas los buscan a propósito. Algunos reporteros han escrito que su profesión se ha convertido en una sentencia. Otros, antes de morir, dejaron cartas en las que aseguran que aun así valía la pena, porque sin ellos nadie sabría lo que pasa en la franja más bombardeada del planeta.

Más allá de las campañas y de las denuncias en la Corte Penal Internacional, a dónde también llegó la voz de Reporteros sin fronteras, lo que permanece es una sensación de orfandad informativa. La prensa internacional tiene prohibida la entrada a Gaza, de modo que lo poco que el mundo conoce lo debe a los periodistas locales. Sin ellos, la guerra sería un apagón informativo total, un silencio impuesto por el estruendo de las bombas.

Los periodistas gazatíes trabajan con la certeza de que pueden morir en cualquier momento. Sin chalecos antibalas suficientes, sin lugares de refugio, con la electricidad cortada durante días enteros, transmiten lo que ven hasta el último instante. Muchos lo hacen desde hospitales que luego son bombardeados, desde escuelas que se vuelven morgues, desde casas que apenas se sostienen en pie.

Los reporteros que siguen allí se han vuelto la memoria viva de un pueblo que de otro modo quedaría borrado por la metralla, las bombas y la censura. Cada crónica escrita, cada fotografía capturada antes de que la cámara se apague para siempre, es un recordatorio de que aún queda alguien dispuesto a mirar de frente la tragedia y compartirla con el mundo.

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