Hoy, Día del Abogado, quiero hablar desde las entrañas del oficio. Desde esa pasión inconmovible por el Derecho, por la justicia que no es abstracta ni distante, sino concreta, dolorosa, humana, urgente.
Quienes ejercemos la abogacía no lo hacemos por comodidad ni por rutina, lo hacemos por vocación. Por una fuerza interior que nos obliga a asumir causas ajenas como propias, a resistir la incomprensión de la sociedad y de los mismos clientes que muchas veces no entienden la magnitud de nuestras batallas.
Nos mueve el deber de proteger, de defender, de interpretar el mundo jurídico para hacer valer los derechos de quienes acuden a nosotros en busca de justicia. A veces en silencio, muchas veces en soledad, otras veces bajo ataque, señalamiento o desdén.
A mis colegas: sé del peligro que implica ejercer esta profesión con rectitud. Sé del agotamiento, del riesgo físico y moral, del peso, de la injusticia cuando toca a quien la combate. Pero también sé del honor que hay en levantarse cada mañana sabiendo que tenemos una misión que trasciende lo personal.
A los jueces, magistrados, fiscales y funcionarios: respetamos su investidura, su saber, su función. Solo pedimos algo a cambio: respeto mutuo. Trato digno. El abogado no es un visitante del estrado: es parte integral del sistema de justicia. Y sin abogacía libre, crítica y respetada, no hay democracia posible.
A mis clientes: no siempre comprendan nuestras formas, nuestros límites, nuestras luchas internas. Pero sepan que un buen abogado jamás se rinde, aunque su trabajo muchas veces se vea desde afuera como frío o mecánico. Dentro de cada alegato hay una conciencia en lucha, un alma que se empeña en proteger la suya.
A todos, les digo con el corazón: si volviera a nacer, sin duda volvería a ser abogado. Y no cualquier abogado: volvería a ser abogado litigante. Porque ahí, en el estrado, en los memoriales, en la audiencia, es donde mi espíritu se encuentra con su vocación.
Ser abogado es un apostolado. Y aunque a veces el mundo parezca no entenderlo, quienes lo ejercemos con amor sabemos que no hay mayor dignidad que defender lo justo, aunque cueste.
¡Feliz Día del Abogado!
También le puede interesar:
Anuncios.
Anuncios.
