Trinidad y Tobago, país insular ubicado a solo 11 kilómetros de la costa de Venezuela, dio su apoyo total al despliegue militar de EE. UU. en el Caribe a riesgo de tener una confrontación inmediata con Venezuela. La primera ministra Kamla Persad-Bissessar ha declarado que su país no cuenta con los recursos suficientes para hacer frente a la creciente amenaza del crimen transnacional, el narcotráfico y las bandas criminales, muchos de los cuales tienen vínculos con Venezuela. No existe evidencia de que Persad-Bissessar enfrente actualmente cargos criminales o esté “al borde de ir a la cárcel”, motivo por el cual podría pensarse en un segundo interés detrás de esta decisión de cooperar con EE. UU. en la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado, la cual parece estar más ligada a una necesidad pragmática de seguridad para su país que no puede contener el narcotráfico y crimen venezolano.
¿Vale la pena asumir el costo en vidas?
Si no hay un plan de posguerra sólido, esto podría prolongar el conflicto no solo en Venezuela y en el resto de la región, lo que podría hacerlo más costoso en recursos para EE. UU., como sucedió con Vietnam; y para Venezuela en materia de vidas. Creo que para evitar eso, la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI) para la cooperación económica, el Mercado Común del Sur (MERCOSUR), la Alianza del Pacífico para la integración económica y la cooperación entre países de la costa del Pacífico, e incluso la OEA, deben constituir una junta para el Gobierno transitorio de Venezuela, en aras de que el beneficiario de esta escalada no sea de forma exclusiva EE.UU. a través de Edmundo González, lo que podría generar una prolongación del conflicto. Ahora, valoremos la historia y comparemos el caso Panamá con el caso Venezuela para ponderar el costo en vidas:
- Invasión de Panamá (1989): La Operación “Causa Justa” tenía como objetivo principal capturar al dictador Manuel Noriega, acusado por corrupción, narcotráfico y restaurar la democracia en Panamá. La operación fue exitosa y Noriega fue capturado, mas dejó cerca de 300 víctimas civiles, lo que está muy por debajo de lo que ha dejado Venezuela hasta ahora: Más de 10,085 asesinatos (según informes de Provea y Foro Penal) por los cuerpos del Estado venezolano entre 2013 y 2023 en ejecuciones extrajudiciales, decenas de asesinatos en las protestas por uso de la fuerza letal en 2014, 2017 y de 2019 a 2024 (Amnistía Internacional); al menos 15,827 arrestos políticos (según Foro Penal) entre 2014 y 2024. La Misión de Determinación de los Hechos de la ONU ha señalado que muchas de estas detenciones son arbitrarias y se utilizan para reprimir el acto político de disentir. La Misión de la ONU también alerta sobre un “aumento alarmante” de desapariciones forzadas en Venezuela. Provea ha registrado al menos 1,652 víctimas de tortura en el mismo período (2014 a 2024). La Misión de la ONU, Amnistía Internacional y el Instituto CASLA han documentado el uso de la tortura como un instrumento de represión sistemática. Métodos de tortura: Los informes describen métodos brutales, que incluyen golpes y patadas, asfixia con bolsas plásticas, descargas eléctricas, amenazas de muerte a familiares, privación de alimentos y agua, aislamiento y violencia sexual. En consecuencia: Creo que el menor costo de vidas surgirá de permitir que el presidente constitucional de Venezuela, D. Edmundo González, recupere ese país con la ayuda de EE.UU.
Errores del pasado por parte de EE.UU.: no contar con planes posguerra sólidos
- Guerra de Irak (2003): La invasión a Irak bajo la administración de G.W. Bush, si se compara con Venezuela, podría ser un anacronismo, debido a las diferencias culturales y al bajo respaldo que puede tener el régimen de Nicolás Maduro. La falta de un plan posguerra sólido y el fuerte respaldo popular del pueblo irakí al régimen de Hussein, generó el surgimiento de grupos armados insurgentes con un nuevo conflicto que dejó 650 mil muertos en un conflicto que se extendió 10 años más de lo previsto.
- Guerra de Afganistán (2001): La intervención inicial fue una respuesta a los ataques del 11 de septiembre de 2001, con el objetivo de derrocar al régimen talibán que albergaba a Al-Qaeda y a Osama Bin Laden. Esta “operación quirúrgica” exitosa se convirtió en una guerra de dos décadas que buscaba estabilizar el país y combatir la insurgencia talibán, la cual encendió la mecha de la persecución internacional contra el terrorismo centrada en el Yihad (línea bélica del Islam). Origen del error: falta de un plan posguerra sólido y no saber desmontar trastornos de personalidad y de conducta que comprometen violencias enquistados en el arraigo religioso que incluso se extendieron de forma paranóica a otras religiones no abrahámicas en el mundo. 100 mil civiles muertos, mas el componente religioso y cultural da para que extrapolar esta experiencia comporte también anacronismo histórico.
- Intervención en Libia (2011): La intervención militar de la OTAN en Libia, liderada por EE.UU., Francia y el Reino Unido que quiso proteger civiles de la brutal represión del régimen libio de Muamar Gadafi, la cual fue desarrollada con “bombardeos aéreos quirúrgicos” fue exitosa al remover al dictador. La falta de un plan posguerra sólido, generó una insurgencia igual que en Irak, prolongando la violencia. Más de 2500 civiles muertos. Según algunas fuentes consideradas más heterodoxas, más de 30 mil. Mismo problema, mismo anacronismo histórico.
Lecciones de la historia
No es posible extrapolar la experiencia de las intervenciones gringas en Oriente Medio al caso venezolano. No obstante, el caso panameño es una experiencia que nos dice que entre sacrificar 300 personas a mantener la pérdida de más de 10.000 vidas inocentes por la dictadura, nos obliga a apoyar la intervención militar.
La eliminación de un líder fuerte a menudo crea un vacío de poder que es llenado por grupos rivales, lo que puede llevar a una guerra civil o a una insurgencia. Lo que nos queda de las demás intervenciones gringas, no como un anacronismo, sino como una experiencia valedera, es que la falta de un plan de posguerra detallado para la estabilización, la gobernanza y la reconstrucción de cada país desemboca en nuevas guerrillas nacionalistas con nuevo alcance trasnacional fortalecidas por los lazos con narcos colombianos que se esconden detrás de discursos políticos de izquierda y derecha. Creo que es momento de que para invadir Venezuela se legalice la coca y el fentanilo, bajando los precios de los mismos, como de otras drogas sintéticas, destruyendo así las economías de los cárteles, lo cual, lamentablemente va en contra de los intereses de la DEA, que vive de la homeostásis de este negocio. Sin coca, sin fentanilo y sin drogas sintéticas prohibidas, los precios bajan; sin carteles no hay DEA, la cual tiene un presupuesto de 3.3 mil millones de dólares. Que inviertan ese dinero en modelos preventivos en salud para que la gente no se mate consumiendo drogas.
Impacto militar
Uso de territorio colombiano: Si se utilizan bases militares o territorio colombiano para la operación, esto sería visto como un acto de agresión por parte de Venezuela y podría justificar una respuesta militar contra Colombia. Petro debe sí o sí, insistir en la necesidad de un plan posguerra que contemple la legalización de la coca para derrotar los cárteles de la droga. Si no hace esto, también morirán en Colombia muchas personas por la prolongación de este conflicto.
Son los países miembros de los tratados inicialmente mencionados, los que deben convertirse en un Gobierno transitorio para la reorganización de Venezuela, para que el coltán y el petróleo no se vayan todos a Estados Unidos de América, donde el presidente constitucional Edmundo González debe facilitar ese plan posguerra, para que no sea visto este como un deudor de los gringos y no se dude de la soberanía de la intervención. No hay mejor momento para que se puedan desligar los líderes de izquierda y derecha de América Latina del negocio de la droga y del cartel de los soles, así como para que las campañas políticas las financie el Estado en estos países. Sin embargo, si Petro y Lula (quien buscó una salida para Maduro) los respaldan como lo han manifestado, sería un buen momento para que EE.UU. también venga a por ellos y de paso por todo aquel que esté vinculado al narcotráfico.
Otros efectos de no tener un plan posguerra en Venezuela sobre Colombia:
- Sanciones y bloqueo: Una operación militar estadounidense en Venezuela podría llevar a sanciones y un bloqueo económico más severos, lo que agravaría la crisis humanitaria y económica en ese país, aumentando la presión migratoria hacia Colombia.
- Crisis humanitaria: Un conflicto militar podría provocar una nueva oleada de migración masiva de venezolanos hacia Colombia, lo que saturaría aún más los servicios públicos y los recursos de nuestro país; el desempleo y con ello las altas tasas de delincuencia.
- Inestabilidad de los mercados: La región podría sufrir una desestabilización de los mercados y una fuga de capitales debido a la incertidumbre política y militar.
- Deterioro de la inversión: La percepción de un conflicto en la región podría disuadir la inversión extranjera en Colombia y en los países vecinos, afectando el crecimiento económico de la región.
Igual que en Panamá con Noriega, podríamos estar viendo una “operación quirúrgica” para derrocar a Maduro, pero no se debe hacer sin plan posguerra que incluya legalización de la coca y financiación de las campañas políticas por parte del Estado.
Necesitamos un canciller fuerte en este momento y que el presidente Petro piense con la cabeza y no con discursos de soberanía bolivariana que solo defienden la criminalidad.
Anuncios.
Anuncios.