Tener un iPhone ha sido el sueño de muchos. POr muchos años ha sido una forma de decir, sin hablar, que uno estaba en otra liga, que podía, que se daba gustos. Eran —y siguen siendo— teléfonos que brillan más por lo que representan más que por lo que hacen. Pero esta semana, en una estantería de Olímpica, entre ventiladores en promoción, cafeteras en descuento y mercado de la canasta familiar económico, en la página web apareció una oferta que hizo que más de uno se interesara: iPhone 11, 64 GB, negro, reacondicionado, por $936.000.
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No es una broma. Ni una réplica china. Es un iPhone de verdad, solo que reacondicionado: un término técnico al que muchos le tienen miedo pero que suena peor de lo que realmente es. Significa que alguien lo usó, sí, pero que fue revisado, reparado si era necesario, y dejado como nuevo por técnicos certificados antes de volver a ponerlo en venta. No es 1005 nuevo, pero funciona como si lo fuera. Y además tiene garantía.
Los comentarios en redes sociales no se han hecho esperar “¿Será cierto?”, “¿Vale la pena?”, “¿Y si es un engaño?”. La mayoría de los colombianos desconfían. En este país aprendimos a desconfiar de las gangas. Pero también estamos cansados de pagar tres millones por un celular o de firmar contratos de 24 cuotas que duran más que el propio aparato.
El iPhone 11 que vende la Olímpica, la tienda de la familia Char, a pesar de haber salido hace casi cinco años, sigue siendo un excelente equipo. Tiene una cámara buena y un procesador veloz. cuanta además con Face ID, y sobre todo, ese logo de la manzana que todavía da estatus. Por menos de un millón de pesos, el trato suena más que razonable.
Las unidades de este celular son limitadas y la venta es, en parte, digital. Algunos ya reportan que está agotado en varias ciudades. Pero lo interesante no es solo la oferta: es lo que representa. Que tener un iPhone ya no sea exclusivo. Que se pueda comprar uno mientras se hace mercado. Que la tecnología de lujo empiece, por fin, a aterrizar en manos de todos los que lo quieran y además vendido por la caja rápida de la Olímpica, donde va mercar la gran mayoría de los colombianos que siempre han soñado con un de esos en su bolsillo.
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