Opinión

Unión Europea, ¿quo vadis?

El problema de la UE, es que ante la guerra en Ucrania y el unilateralismo de Trump, quedó al desnudo su incapacidad de negociar como potencia y lo hizo como colonia

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agosto 09, 2025
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Claro que es diferente Europa de la Unión Europea (UE). Algunos creen que Europa es solo un sueño, un poema, una ilusión, un imposible, pero de sueños vivimos los humanos, por fortuna. Al contrario, no hay duda de que la UE sí existe. El problema es que puede dejar de existir, o por lo menos que está amenazada su existencia, no solo desde que el Reino Unido la abandonó el 31 de enero de 2020, mediante el Brexit, sino por la claudicación de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula (que bello nombre) von der Leyen, ante Estados Unidos en la guerra de aranceles, el pasado 27 de julio en Escocia: la UE aceptó que los aranceles de sus exportaciones a EE, UU. subieran de forma unilateral al 15 %; escalar a 5 % del PIB las nuevas asignaciones para el gasto militar; e invertir 600.000 millones de dólares en la industria estadounidense. Pero no es solo eso. La casa también está ardiendo en muchos países de la UE. Veamos rápidamente.

El origen formal de la UE es la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (Ceca), (1952), que nace para que Francia evitara, a futuro, que Alemania volviera a invadirla, controlando su industria militar. Recuerden que durante los 70 años antes de la segunda guerra mundial -la vida de un humano-, los dos países se habían enfrentado en tres guerras. En 1957 la Ceca evolucionó a Comunidad Económica Europea (CEEU), que era una unión aduanera con libre circulación de mercancías, capitales y personas, hasta que en 1987 se convirtió en Unión Económica, con mercado interno único. Ya en 1992, mediante el Tratado de Maastricht, queda definido plenamente el proyecto institucional y político de la Unión Europea como lo conocemos hoy, con moneda única -el euro-, Banco Central Europeo, ciudadanía europea, parlamento, ejecutivo y políticas de convergencia y solidaridad. Solo queda pendiente política tributaria única.

Para completar y complicar el cuadro, falta incluir que, en este lapso de la Ceca a la UE, se pasó de 6 países miembros a 27, incluyendo ahora a varios de los que salieron del “campo socialista” desde 1990. Y que la seguridad de la UE está asociada a la OTAN, desde su creación. La seguridad está en manos de un ejército dirigido por Estados Unidos, sí señores, pero la soberanía sigue residiendo en cada Estado miembro. ¿Me siguen?

Mientras todo esto pasaba en Europa, el mundo cambió. Estados Unidos perdió buena parte de la hegemonía industrial, agrícola, comercial, científica y tecnológica. Mantiene ventajas en los ámbitos militar, financiero y de los servicios, pero cada vez más asediadas. Emergieron competidores estratégicos en Asia, en especial China e India, historia bien sabida.

La UE enfrenta, además de los retos de Trump, el de la geopolítica de China, India, Rusia los BRICS, más las tensiones internas contra su modelo institucional

El problema para la UE, en el futuro inmediato, es que ante la guerra en Ucrania y el unilateralismo agresivo triunfante del presidente Trump, quedó al desnudo su incapacidad de negociar como potencia y lo hizo prácticamente como colonia. Debe comprarle ahora Estados Unidos 750.000 millones de dólares en recursos energéticos. Perdón, ¿a precios de mercado abierto, incluyendo la oferta de Rusia, vía la India? Debe obligar a sus empresas a invertir 600.000 millones de dólares en industrias en Estados Unidos. Perdón, ¿con recursos públicos y con qué expectativas de retorno incierto? Debe duplicar el gasto militar. Perdón, ¿comprando armas a su propia industria o a Estados Unidos? ¿Cómo va a financiar la UE los inmensos déficits fiscales que se avecinan? ¿Qué pasará con el pacto social europeo y la política agraria común, que han garantizado la paz social? ¿Se reducirán hasta dónde? ¿Se financiarán con crédito especulativo, con emisión primaria o con impuestos en cabeza de quiénes?

Pero hay más, les decía que la casa está ardiendo.

En 2015, un joven compañero de estudios en la Universidad Autónoma de Barcelona me alegó que la UE debería ser solo una federación de Estados y que entonces Cataluña o Euskadi o cualquiera de las “regiones-estado” que conforman Italia o Alemania o Bélgica -y seguía así desmembrando naciones europeas- al fin podría ser naciones libres, con historia propia. Ya saben, es la razón de los independentismos europeos. A su favor afirmó que lo único que los unía era el euro y que eso mismo pasaría con Estados Unidos y con la Federación Rusa: se desintegrarían. Le alegué, con sorna, que China no se desintegraría y los obligaría a la reunificación. Así quedó el debate en 2015. La clase que compartíamos con Albert Soler en el “Master Universitario en Historia Contemporánea” era “La Ruta de la Seda”.

Después se calentó el movimiento independentista catalán, hasta los días de hoy.

Lo que vale destacar es que la UE enfrenta, además de los retos externos que significan la política comercial, financiera, tecnológica y de defensa que le impone el presidente Trump, el inmenso reto del nuevo espacio en la geopolítica internacional que significan China, India, Rusia y por añadidura los BRICS, más las tensiones internas contra el modelo institucional de la UE.

¿Hacia dónde va entonces la UE?

Los dilemas pueden ser:

  1. Optar por aceptar algún modelo de neocolonialismo asociado con Estados Unidos, contribuir a la retomada de la hegemonía estadounidense y cumplir con los nuevos tributos, esperanzados quizás en que en tres años y medio pueden recuperar el rumbo;
  2. Retomar el nacionalismo fundamentalista que propone la extrema derecha, muy cercano a un nuevo fascismo, y plantar frente a Rusia, China, India, a los propio Estados Unidos, con los riesgos que esto implica;
  3. Construir un nuevo sistema de alianzas e interdependencias en un mundo multipolar, haciendo gala de su inmenso poder de compra y consolidando la institucionalidad existente, para intentar ser un jugador más porque hegemón ya no va más;
  4. Sucumbir a la fragmentación y al sálvese quien pueda, en contexto de la globalización fragmentada.

Hay más opciones, pero se me acabó el espacio y pronto Trump y Putin, en Alaska, nos darán más pistas del futuro. Mientras tanto Netanyahu seguirá asesinando niños en Gaza, con total impunidad.

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