¿Uribe convertirá su condena en instrumento de victimización política?

Uribe convierte sus condenas judiciales en herramientas de victimización política, reforzando su liderazgo y apoyo popular pese a los fallos legales

Por: Juan Manuel Arias
agosto 04, 2025
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¿Uribe convertirá su condena en instrumento de victimización política?

En un fenómeno que trasciende fronteras y sistemas judiciales, los nombres de Donald Trump y Álvaro Uribe Vélez destacan como paradigmas de una paradoja contemporánea: en la política actual, una condena judicial no siempre implica el ocaso de una carrera, sino que puede convertirse en el germen de una narrativa de persecución que galvaniza a las bases y refuerza lealtades. Lejos de ser un punto final, los reveses legales se transforman en capítulos de movilización, donde la victimización se erige como una poderosa herramienta de poder.

En Estados Unidos, la reciente condena del expresidente Donald Trump por falsificación de registros comerciales marcó un hito histórico: nunca antes un exmandatario estadounidense había enfrentado un veredicto de esta naturaleza. Sin embargo, en lugar de debilitar su influencia, el fallo desató una ola de apoyo. Las arcas de su campaña se llenaron con donaciones récord, mientras su discurso de una "caza de brujas" orquestada por adversarios políticos resonaba con fuerza entre sus seguidores. Para ellos, la sentencia no fue una evidencia de culpabilidad, sino la prueba de un sistema sesgado que busca silenciar al líder que defiende sus valores. La condena, lejos de erosionar su figura, consolidó su imagen como un outsider enfrentado a las élites.

Un eco de este fenómeno resuena en Colombia, donde el expresidente Álvaro Uribe enfrenta un escenario igualmente polarizante. La condena en primera instancia por fraude procesal y soborno ha sido interpretada por sus defensores como un acto de revancha política. En un país profundamente dividido, el fallo no ha mermado el respaldo de sus seguidores, sino que ha reforzado la percepción de Uribe como un "mártir" perseguido por un establishment judicial politizado. Sus partidarios no ven en la sentencia un cuestionamiento a su legado, sino una afrenta que valida su lucha. Las calles y las redes sociales se han convertido en escenarios de reafirmación de su liderazgo, donde la condena se transforma en un símbolo de resistencia.

Tanto Trump como Uribe han demostrado una habilidad singular para transmutar los reveses legales en capital político. Al presentarse como víctimas de un sistema corrupto, logran que sus batallas judiciales trasciendan lo personal y se conviertan en causas colectivas, enarboladas por electores que ven en ellos la encarnación de sus propios agravios. En un contexto de polarización extrema, donde la confianza en las instituciones se erosiona, una condena no castiga al líder carismático, sino al sistema que lo juzga. Así, lo que la justicia busca cerrar, la política lo reabre, convirtiendo sentencias en narrativas de lucha y redención.

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