En 2010, un fenómeno sociopolítico sacudió varios países del "África Islámica" y oriente próximo, que tenían en común la disposición de recursos valiosos para la industria de varias potencias occidentales, que eran opuestas al neoliberalismo y que tenían en el poder lo que esas potencias consideraban dictadores. Ese nefasto escenario se me viene a la mente cuando veo destructores yankees frente a las costas venezolanas.
La chispa que desató esta anarquía popular que derrocó a algunos de esos dictadores en esa parte del mundo, fue propiciada por protestas locales amplificadas por redes sociales a las cuales acudieron las potencias occidentales para brindarles "desinteresadamente" armas y apoyo logístico para que al fin gozaran del utópico paraíso de la democracia neoliberal. El resultado es que en la actualidad algunos de esos pueblo "liberados" aún no han encontrado un norte para salir del caos que quedó tras derrocar sus estructuras de Estado, la toma de un poder balcanizado de parte de grupos extremistas islámicos y en general un caos total propicio para la violación de DD.HH. que ahora a nadie le importan, pues lo importante era tumbar a Gadafi, a Mubarak, a al Asad etc. En algo se parece esto a las justificaciones de la intervención yankee a Venezuela, ¿cierto? ¿Qué le espera a Colombia si a la fase bélica para implantar la utopía de la democracia neoliberal se le da rienda suelta?
La verdad, no me gusta seguir el sensacionalismo de las noticias que nos anuncian que estamos cerca de nuestro fetiche más morboso como sociedad: el inicio de la tercera guerra mundial. Nuestras entrañas romanas nos piden sangre en la arena para olvidar nuestras desgracias particulares y sociales, mientras no seamos nosotros los gladiadores ni los leones. Y en una juventud "urbanoide" que le huye cada vez más al servicio militar y consume por inercia juegos de video que emulan conflictos armados, la demanda de ese espectáculo tiene niveles nunca vistos en la historia (obviamente porque antes era más difícil consultar las demandas de una sociedad global). Pero, ante la posibilidad de un copia y pega de la primavera árabe en Venezuela, aparece en mi mente ociosa, suposiciones y cuál sería la situación de Colombia, su gobierno y su sociedad ante la posibilidad de que se dé ese supuesto.
El supuesto: los gringos invaden Venezuela
La primera prueba de fuego la tendría el gobierno Petro y sus seguidores que le han dado el estatus de líder mundial con voz y voto para incomodar a un imperio que según ellos, basados en datos económicos, está en decadencia. Para ellos, comentar con Tweets a las 3 de la mañana en contra de Donald Trump es una acción para no dejar dormir al tío Donald. "Bueno, ya que yo no puedo dormir por tanto café, tampoco dejaré dormir al igualado de Trump". Suponiendo que las tropas entran, obviamente cuentan para sus operaciones con las bases militares gringas que tenemos, producto del plan Colombia. ¿Qué hará el presidente Petro? ¿Será capaz de oponerse al uso de pistas aéreas en esas bases militares o de ser usadas cómo bodegas de logística para el conflicto?
Pase lo que pase es una prueba de fuego para Petro y los petristas, para evaluar el nivel de poder de su presidente. Si es que tiene autonomía o si su beligerancia solo le alcanza para tirar hate en X.
La segunda prueba de fuego la tendría la sociedad y la economía nacional y local, independiente del sector que apoyen los ciudadanos, empleados, comerciantes e industriales. La migración venezolana hacia Colombia será la primera opción de millones de hermanos bolivarianos con las respectivas consecuencias que traen las diásporas y los nuevos escenarios demográficos que vienen con ellas. Ya la historia nos ha hecho ver que las consecuencias demográficas producidas por la peste negra o la diáspora irlandesa trajo beneficios para unos y consecuencias para otros, pero sean quienes sean los perjudicados o beneficiados, la sociedad colombiana no será la misma.
La tercera prueba la tienen los invasores. La historia nos dice que el conflicto con Venezuela puede ser un Vietnam para los Yankees o un Afganistán para la URSS. Guerras ganables desde todo punto de vista por los imperios, pero que por la compleja particularidad de las geografías físicas y humanas de cada escenario en conflicto, puede prolongarse, creando una exigencia económica insostenible que mete al invasor en una paradoja: salvo a mi economía y retiro mis tropas a costa del desprestigio mundial como potencia militar o mantengo el conflicto para salvar mi prestigio a costa del endeudamiento con otras potencias que luego me tendrán como su esclavo económico.
Este escenario también afecta a Colombia, pues aunque para muchos, nuestras entrañas bolivarianas nos sugieran que lo mejor que nos puede pasar para independizarnos es cambiar el imperio que nos sugestiona económicamente, por otro imperio que igualmente nos va a sugestionar, esa transición hacia el mercado chino y ruso no se daría en dos días y lo primero que se afectará (además de los tratados comerciales de Colombia con EE.UU.) es uno de los soportes de las buenas cifras que descaradamente dan los gobiernos cómo un logro económico: las divisas que envían nuestros familiares que serán un plus mientras el dólar mantenga su precio y la demanda de trabajadores latinos en los EE.UU. se mantenga, lo cual puede dejar de pasar ante un fracaso económico yankee producto de un conflicto que se le sale de las manos.
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